La marca Gure zura ha sido creada para difundir el papel de toda la cadena de valor de la madera vasca.
La idea de esta marca comenzó a desarrollarse en el marco del proyecto SUDOE-Interreg Woodtech (2012-2014) y, actualmente, el PEMA, Plan Estratégico de la Madera de Euskadi, y la web Gure Zura (http://www.gure-zura.org/) retoman esa idea para simbolizar el mundo forestal y la madera de Euskadi. Con razón anuncia esa web que la madera es nuestro pasado y nuestro futuro.
La idea de esta marca comenzó a desarrollarse en el marco del proyecto SUDOE-Interreg Woodtech
Las jornadas “Zura eta Egurra”
Promovidas por, los días 17 y 18 de diciembre de 2015 se celebraron en la sede de Orona Fundazioa (Hernani, Gipuzkoa) estas jornadas cuyo título fue “Jornadas sobre la madera: situación actual y retos de futuro”. Constituyeron un foro de reflexión abierta sobre la la gestión de la madera en nuestro entorno y en el contexto europeo, y sobre propuestas de nuevos modelos de relación y de estructuración de la cadena de valor en el sector para mejorar las condiciones de explotación, la competitividad y coordinación sectorial, apostando por nuevos productos y aplicaciones.
Fueron el resultado de un trabajo de colaboración realizado entre tres entidades (Albaola, Tknika y Baskegur) cuyo nexo es la madera y contaron con la colaboración de Fundación Orona, Gobierno Vasco y Diputación Foral de Gipuzkoa.
Tanto las ponencias como las mesas redondas coincidieron en reseñar la potencialidad productiva de los montes vascos y, a la vez, en los diversos problemas que limitan esa productividad. Quedó un poso de tristeza al constatar que la madera ha ido perdiendo numerosos nichos productivos a lo largo de las últimas décadas. Se ha ido extendiendo la idea de que la madera es una materia prima de baja calidad, poco fiable y que favorece la deforestación.
Pero no es así, como se puede comprobar en nuestra tierra. La producción de madera y otros productos leñosos aumentan la riqueza de una comarca, crean empleo y fijan población rural, a la vez que la actividad forestal disminuye los riesgos naturales en el monte, como los incendios o los daños fitosanitarios. No hay más que recordar el nacimiento de la industria papelera en el País Vasco a principios del siglo XX, buscando emplazamientos con agua y madera cerca. Además, aunque suene paradójico, producir madera es beneficioso para el medio ambiente si se realiza de forma legal y ordenada.
Uno de los grandes problemas ambientales del mundo, de los que más van a influir en las generaciones venideras, es la contaminación ambiental de origen humano. Cuando se ven fotos actuales de países como China se ven antiguos paisajes industriales ya superados en el oeste europeo, con ríos espumosos y atmósferas nebulosas. Cuando se ven bolsas de plástico volando o flotando en el mar o cuando se ven tuberías cegadas por toallitas húmedas, aparece el papel como elemento sustitutivo y renovable.
Una de las formas de disminuir nuestro impacto ambiental es emplear más madera o celulosa en nuestra vida cotidiana, en lugar de materiales más contaminantes. Ejemplos hay muchos y todos podemos colaborar en la medida de nuestras posibilidades: usar bolsas, cajas o vasos de papel o cartón en vez de plástico, emplear armarios, estanterías, palés o juegos infantiles de madera en vez de plástico o metal, calentarse con biomasa forestal en vez de con gasoil, construir, reformar o rehabilitar edificios en madera, … En algunos casos, lo que se ha producido es un trasvase en el tipo de producto consumido. Es el caso del descenso de la producción de papel en los países más avanzados, que ha ido en paralelo al aumento del consumo de cartón de embalaje, necesario para el transporte y el comercio.
Hay muchos ejemplos de elementos que antiguamente se construían en madera y hoy han venido siendo sustituidos por otros materiales: aviones, barcos, bicicletas, trineos, … incluidos muchos aperos del deporte tradicional vasco, como hachas, cesta-punta o traineras.
La madera y sus derivados pueden competir de igual a igual con materiales actuales como los plásticos o la fibra de carbono, pues también proceden de fuentes orgánicas. La diferencia es que los primeros son generados de forma natural por los vegetales por la acción del Sol y los segundos proceden de procesos químicos o de combustibles fósiles, a través de operaciones que pueden ser altamente contaminantes.
Eso por no hablar de los productos químicos que se pueden obtener de los árboles, directamente en forma de resinas o a través de procesos de separación entre celulosa y lignina. Las posibilidades son infinitas y en el norte de Europa ya han empezado a reconvertir factorías de pasta y papel en nuevas biorrefinerías, en las que se obtiene multitud de productos derivados de la madera y se experimenta con ellos: pirólisis, gasificación, torrefacción o generación de frío/calor. Así, a partir de materia vegetal leñosa se puede obtener una fracción sólida (biochar o carbón vegetal, como abono), una líquida (biocombustible) y otra gaseosa (metano, energía).
Se ha criticado, con razón, que la producción de bioetanol o biodiésel, carburantes de primera generación, proceda de cultivos alimentarios como son la caña de azúcar, el maíz, la remolacha, el girasol o la colza. Sin embargo, los nuevos combustibles de segunda generación proceden de biomasa leñosa o de residuos agrícolas o forestales. Ya no habrá que quemar alimentos para mover coches.
Nos encaminamos hacia un mundo nuevo, menos contaminante y con un menor consumo de energía. Para ello, la química verde generará menos residuos en el proceso de fabricación de productos y, por consiguiente, abaratará los precios de producción. Además, las biorrefinerías esperan minimizar el uso de componentes tóxicos sobre la salud humana. Y la madera de los árboles, el mejor fijador de carbono que ha creado la Naturaleza, puede ser su principal materia prima.
Es de esperar que fórmulas que ya emplean las empresas para medir su impacto ambiental, como el cálculo de la huella de carbono de sus productos y la potenciación del consumo de bienes locales o de cercanía, acaben impulsando el empleo de madera producida de forma sostenible en los bosques próximos. La Administración también, por medio de concursos públicos para suministro de bienes y servicios, está introduciendo esas fórmulas para minimizar el impacto ambiental o la generación de carbono. Además, mecanismos legales como los reglamentos FLEGT y EUTR, creados para combatir el empleo de madera ilegal, favorecerán esa dinámica y deberán contribuir a eliminar la mala prensa que la madera tiene en algunos sectores sociales.
El futuro cercano
El País Vasco cuenta con una variada masa forestal, con importantes superficies de bosques con especies de gran aprecio en el comercio mundial, como el eucalipto globulus para la fabricación de papel, el pino radiata para la construcción de estructuras de madera o el alerce y el roble pedunculado para la elaboración de pilares y vigas. A pesar del aprovechamiento regular de estas especies forestales, sus existencias maderables siguen aumentando año tras año en los montes vascos, por lo que el recurso no parece que esté en peligro.
Pero no todas las perspectivas son favorables para el sector forestal vasco. Por un lado, están los problemas estructurales de nuestro sector forestal, como el minifundismo, la elevada edad media de los propietarios forestales y los altos costes de explotación, debido a las fuertes pendientes y a la climatología. Por otro lado, se está produciendo un incremento de los daños fitosanitarios, daños que pueden ser mayores en el futuro si llegan nuevos organismos patógenos o si las condiciones climatológicas favorecen su expansión.
Los propietarios forestales y los selvicultores son optimistas y amantes de la Naturaleza, porque si no, sus inversiones y su esfuerzo no tendrían sentido. Seamos como ellos y apoyémosles, utilizando siempre que podamos madera local y con garantía.